lunes, 14 de febrero de 2011

La Autopista (1a parte)

Seguí rumbo a Hamburgo a bordo de mi vehículo para llegar al salón del automóvil que allí se celebraba la mañana siguiente. Quería estar allí para el amanecer, así podría echar un sueñecito antes de la presentación oficial. Pero algo quiso ponerme la meta algo más difícil, ya que una espesa niebla se fue adueñando de la autopista, llegando a dificultar altamente la conducción y logrando que todos los conductores que allí estábamos redujéramos la velocidad por temor a sufrir un accidente.

Poco a poco me di cuenta de que el tráfico iba disminuyendo. Muchos se iban parando en el margen derecho de la vía y yo mismo tuve que hacer lo propio cuando el camión que me precedía y hacía de guía con sus faros antiniebla decidió aparcar.

Ya poco se podía hacer por seguir el camino, pues la niebla no dejaba ver nada más allá de tres metros alrededor, por lo que apagué el motor con la idea de echar una cabezada. Fuera hacía un intenso frío, pero por suerte, mi humilde coche seguía caldeado por el largo viaje. Ignoro cuanto tiempo estuve dormido.

Me desperté sobresaltado por unos gritos que procedían del exterior. Asustado y totalmente desorientado, comencé a mirar a mi alrededor buscando la procedencia de esos gritos que parecían pertenecer a una mujer.

A los pocos segundos desaparecieron. Todo volvió a quedar sumido en el silencio más absoluto. Solo sentía intensamente el latir de mi corazón. Inspiré profundamente y expulsé el aire lentamente, aliviando así mi cuerpo y tranquilizando mi mente.

"Te lo habrás imaginado..."

De pronto, unas blanquecinas y pequeñas manos surgieron de la niebla golpeando estridentemente la ventanilla del conductor, dando paso a la raquítica figura de una joven de larga melena rubia de la que no pude vislumbrar el rostro.

- ¡Por favor, ayúdame..! ¡Ayuda por favor!

Bajé un poco la ventanilla y aún con el corazón en la mano le respondí:

-¿Qué ocurre? ¿Has tenido un accidente?

- El coche me ha dejado tirada y llevo casi una hora andando sin encontrar a nadie... Me estoy congelando, por favor, ayúdame!

Con la cantidad de niebla que había en la carretera, era prácticamente imposible circular, y la siguiente gasolinera se encontraba a varios kilómetros de nuestra posición.

- Cuando se aclare un poco la visibilidad, te acercaré a la gasolinera más cercana, pero por ahora, sube y descansa un poco.

La chica pareció aceptar mi negativa de emprender la marcha y se metió en el coche por una de las puertas de atrás:

- Gracias. Espero que la niebla se desvanezca pronto. Me llamo Krisha.

Cuando abrió la puerta, se encendió la luz interior del vehículo y pude verla al fin con claridad, un escalofrío recorrió mi espina dorsal de abajo a arriba, como si alguien la estuviera rasgando con un frío cuchillo. Su tez era pálida como la de un difunto, tenía los labios cortados y emblanquecidos por el helor del exterior. Sus ojos grandes y azules, hundidos y ligeramente enrojecidos por el frío, me resiguieron hasta chocar con los míos. Vestía con una especie de camisón blanco tan transparente que se podía distinguir plenamente su anatomía repleta de huesos.

Me giré para desviar su inquietante mirada y la seguí observando por el retrovisor central, dándome cuenta que tenía una enorme cicatriz que comenzaba en su cuello y se perdía por debajo de su vestido.

Sonrió.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Locura

Y pensé que no había visto jamás a semejante criatura, era tan bella que sólo con mirarte deseabas con todas tus fuerzas que nunca apartara sus ojos de ti, que esa sonrisa inocente y a la vez perversa, por perfecta, por divina, por inhumana, se debiera a tu presencia. Dios, jamás había visto nada tan hermoso, no fue la primera vez en mi vida que me sentí frágil, ni mucho menos, pero si tuviera que comparar el sentimiento no encontraría escala para hacerlo, había demasiada distancia entre aquél chillido irritante en mi pecho que me hacía sentir como una copa de cristal al borde de una mesa inestable y sus burdos homólogos del pasado.

Para cuando me quise dar cuenta ya estaba perdido. No podía hacer nada, lo sé hoy y lo supe entonces, aunque traté de engañarme.

Retiró su mirada de mi rostro para saludar a los otros asistentes de aquel extraño evento social y sentí como si me hubieran golpeado, estaba atontado, aturdido, durante un momento sus ojos fueron mi oxigeno y su falta me asfixiaba, tardé sólo unos segundos en recuperar la compostura, pero tardé unos años en recuperar mi serenidad, mi paz, ya nunca los tendría estando a solas, pues me había convertido en un juguete incompleto.

Estaba enamorado.

Laberinto (1)

Son días cómo hoy en los que uno se levanta sabiendo que su vida dará un giro. Lo malo es que nunca sabes si será un buen giro o una mala vuelta. Si, la vida tiene estas cosas.

¿Te preguntas si mi vida dio un toque positivo o negativo? Bueno, que tal si cuento mi historia y ,luego, tú decides si me valió la pena levantarme o si hubiera sido mejor que me quedara tumbado todo el día? La cosa empieza más o menos así, creo recordar …

“TRIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII” “Crash!”

“Asco de despertador…”. En aquel momento el sopor me nubló la mente, luego recordé que yo no tenía despertador, para despertarme programaba la alarma del móvil como otros tantos estudiantes, pegué un brinco al darme cuenta de que lo había estrellado contra la pared del otro lado de la habitación.

En el proceso de salir de la cama y comprobar en qué estado estaba el aparato apoyé el pie mal, trastabillé y me pegué con los juanetes del pie derecho en el radiador. Varios minutos de saltar a la pata coja y atormentados bufidos y berridos soeces después, me llevaron finalmente a comprobar que mi móvil estaba en perfecto estado (o casi) “bendito Nokia”, pensé no por primera vez.

Ya que me había levantado con tanto dinamismo consideré que quizás debiera aprovechar para prepararme para el viaje; Comprobé la maleta, me duché, volví a comprobar la maleta, dejé comida y bebida al hámster para dos meses, pese a que sólo me iba tres días, comprobé los enchufes de la casa y que todo estuviera apagado, a fin de no encontrarme la casa incendiada y hecha carbonilla para mi vuelta, si, volví a comprobar mi maleta, me senté en la cama, puse el dedo en la jaula del Hámster por esa extraña tontería que me coge a veces por ver sus reacciones, me mordió, lo insulté, recordé porqué lo apode “Judas”, sonreí, me pregunte si era bipolar y, al no encontrar una respuesta satisfactoria, volvía a insultar al hámster que me ignoró y empezó a correr en su rueda de plástico. Miré el reloj, eran las seis y media, me pasaban a buscar a las ocho, el avión salía a las once. Como diría la célebre página web: “Asco de Vida!”.

Las horas pasaron, mis compañeros de piso llegaron al piso justo cuando yo salía, borrachos como estaban de la noche/madrugada de fiesta universitaria me preguntaron a dónde iba a aquellas horas. Les conteste que me iba de viaje durante el fin de semana, a lo que declararon que yo iba más borracho que ellos.

Los acompañe a sus cuartos y los acosté, no encontraban las puertas de las habitaciones sin mi asistencia mucho menos la cama.

Salí del piso y, silbando con algo de nerviosismo, bajé las tres plantas de mi bloque hacia la calle. Las volvía a subir, recordé que había de llevar el neceser transparente con las botellas de champú de la medida que estipulaba Ryanair, me lo había dejado en el cuarto de baño al ducharme.

Solucionado el problema salí de nuevo a la calle y esperé, maleta en mano, a que vinieran a recogerme en el cruce acordado, aún faltaba una hora. “Bueno Ferran… ya no hay vuelta atrás… te vas a Londres”.

(CoNTinUaRá)