domingo, 20 de marzo de 2011

Black Labyrinth

Estaba corriendo, en un lugar en el que nada parecía avanzar ni retroceder, por mucho que corriera todo a mí alrededor era oscuro y asfixiante, cómo si pasara a través de una densa nube de humo. Desesperado, apreté el paso aún más, hasta el punto en que empecé a sudar.

Pero no servía de nada, estaba encerrado en aquel mar de oscuridad, todo era vacío a mí alrededor, ni tan siquiera oía mis pisadas contra el suelo, ¿suelo? Entonces me arrodillé esperanzado, si estaba corriendo tenía que estar haciéndolo encima de algo tangible, puse mis manos en la penumbra, esperando alcanzar con mis dedos un soporte duro. No fue así, mis manos se hundieron en la nube negra hasta desaparecer de mi vista, sentí como si súbitamente tiraran de ellas hasta que dejé de sentir los dedos, luego las palmas. Aterrado tiré hacia arriba con todas mis fuerzas, era inútil, lo que fuera que tirara de mí me arrastró hasta que mis codos también desaparecieron. Entonces me maldije a mí mismo, recordando que no debía tocar la Black Labyrinth. ¿Black Labyrinth? ¿Qué demonios estaba diciendo, qué era la black labyrinth? Me había hundido casi hasta los hombros en la oscuridad, intenté chillar, pegar los pies en el suelo para tirar hacia arriba, pero también los pies fueron absorbidos, luego las piernas. Casi había desparecido todo mi ser, empecé a llorar, pero las lágrimas no llegaron a caer de mi rostro, pues la oscuridad había hecho desaparecer ya mi barbilla, luego la boca, no pude chillar más, la nariz, me ahogaba, de pronto la oscuridad empezó a teñir mis ojos, hasta que todo fue negro.

Me desperté chillando, amarado en sudor.

Al principio me vi envuelto en la misma oscuridad y me asusté, pero al poco mis ojos se acostumbraron y pude divisar ligeros rastros de objetos conocidos. Ligeros haces de luz plateada se filtraban a través de la persiana mal cerrada. Estaba en mi habitación. Súbitamente agotado, me derrumbé encima del colchón y vi en el techo marcada con un láser rojo la hora. 2:21 Siempre era aquella hora. Aquella dichosa hora, aquél maldito sueño, otra vez, nunca lo recordaba, pero sabía que había soñado “Eso” porqué siempre me despertaba muerto de miedo a la misma hora.

“No puede ser, ya van tres veces esta semana…”, cerré los ojos y noté algo extraño, al rozarlos con mis dedos noté la humedad. Estaba llorando. Enfadado, agarré el cojín y lo tiré al otro lado de la habitación, luego me tapé hasta los ojos con la manta. Caí dormido antes de que esta se posara encima de mi cuerpo.

Aún dormido un par de lágrimas resbalaron de entre mis párpados.

1 comentario: