jueves, 19 de mayo de 2011

BlackLabyrinth (3)


- Gra…gracias-. Me sentía fatal, por mi culpa Miquel había tenido que pelear contra el salvaje de Alex y su pandilla. Alcé el rostro para mirar la cara de aquél chico al que apenas conocía y que incomprensiblemente me había ayudado.



- De nada-. Ni tan siquiera alteró la expresión, ni me miró. Cualquiera diría que en lugar de recibir una paliza en mi lugar me había prestado un boli.



Ambos caminábamos hacia el centro de la ciudad, yo aún llevaba su mochila, no me había atrevido a devolvérsela desde que empezó la pelea. Lo cierto es que aunque me había salvado, aquél chico me impresionaba bastante.




Nos paramos delante de la calle principal, esperando que se pudiera verde el semáforo.



Él se había enfrentado a cuatro cafres y, pese a que había recibido varios golpes, nadie hubiera sabido decir cuál de los cinco había acabado más malparado. De hecho, cuando oímos las sirenas de los coches de policía, alguien debió de llamarlos para parar la pelea, y todos salimos corriendo (asustados no sé muy bien por qué, pues ni Miquel ni yo habíamos hecho nada) hubiera apostado mi sueldo de verano qué esos cuatro estaban agradecidos de poder irse sin que pareciera que huían.



Luz verde, cruzamos la calle.



- ¿A dónde vas?-. Su voz me sacó con brusquedad de mi ensoñación.



- A la calle Corona… cerca de la plaza.- Respondí, su cara no traslucía ninguna emoción, estaba, simplemente tranquilo, inexpresivo.



- Yo voy un poco más lejos… -. No añadió nada más, supuse que, por el momento, seguiríamos por el mismo camino.



Al principio cuando se abalanzaron sobre él, Miquel no pudo con los cuatro a la vez y empezó a recibir una lluvia de golpes, pero, poco a poco, empezó a defenderse mejor, lanzó a Junior con una llave al suelo y asestó una patada a "Moreno" que lo impulsó para atrás. Desde entonces en ningún momento luchó con más de dos a la vez y cuanto más rato pasaba más recibían los cuatro. Simplemente Miquel era más rápido, mucho más.



- ¿Vives por aquí?-. Sin darme cuenta llegamos a la plaza del ayuntamiento.


- Si-.

- ¿Perfecto, me devuelves mi mochila, por favor?-. Avergonzado se la devolví con prisas y se me cayó al suelo.


- Perdona, ya la cojo -. Cuando iba a recogerla, vi que en la hendidura que formaban las dos cremalleras asomaba la punta de un folio negro. Miquel arrancó del suelo la mochila y se la colgó, y digo "arrancó" por qué lo hizo con un ademán veloz, casi violento.


- Me voy-. Con el rostro, esta vez sí, ligeramente turbado empezó a cruzar la plaza.


Me quedé mirando cómo se alejaba. Me sentía angustiado sin saber muy bien porqué, introduje la llave en la cerradura de mi casa, aunque con esfuerzo pues, inexplicablemente mi mano temblaba.


La imagen de aquella cartulina negra, o lo que fuera, se me había quedado gravada en la cabeza. Sentí un escalofrío mientras entraba, con la sensación inexplicable de que una presencia a mis espaldas me observaba.


Pero en la calle no había nadie.