lunes, 7 de marzo de 2011

La Autopista (2a parte)

- ¿No tienes frío con esa ropa? -pregunté

- Me estoy congelando. Me vestí así porqué no pensaba salir del coche. La verdad es que vengo de una discoteca y allí la temperatura era como poco "caliente".

Esas palabras parecieron ser sordas a mi credibilidad. Posó la cabeza en el respaldo, se colocó la melena sobre el hombro izquierdo y cerró los ojos. Intenté hacer lo mismo pero ya no podía estar tranquilo. Aquello no parecía para nada normal, al contrario, se parecía bastante a una película de terror.

Media hora después, la joven ya se había dormido. Al principio creí que la palidez de su rostro se debía al frío y al haber andado un buen rato buscando ayuda como ella aseguraba, pero después de aquel tiempo dentro del vehículo donde la temperatura era bastante agradable, seguía igual de tétrica a mi ver, pues dormía con los ojos y la boca medio abierta, profiriendo intensos ronquidos.

La fúnebre imagen terminó con todo sueño que pudiera tener.

- Parece que la niebla s...

Despertó de pronto y soltó un "¿Qué?" en una especie de espasmo.

- Parece que la niebla se despejado un poco, así que si te parece podemos seguir hasta la siguiente gasolinera. ¿De acuerdo?

- Me parece bien.

Ni se molestó en mirar el estado de la carretera, que parecía estar incluso pero que antes. Quería terminar con aquello, aunque tuviera que arriesgarme a sufrir un accidente. Arranqué y encendí los faros del vehículo, cuya luz no lograba penetrar más de tres metros en la niebla.

Entonces me di cuenta que justo en la valla quita-miedos de mi derecha, había un ramo de flores de esos que se ponen cuando alguien sufre un accidente mortal. Debajo de este, se veían unas letras: DEP K.S.H.

- Fíjate, parece que lo hayan puesto por mí. Me llamo Krisha Schmidt Herminger.

Por el retrovisor pude ver como al decirlo esgrimía una siniestra sonrisa, vislumbrándose una descolocada y afilada dentadura. Por una momento sentí que me faltaba el aire.

Inicié la marcha a toda prisa, guiándome por las líneas blancas de la vía, que por la espesa niebla, apenas se distinguían. No pasaba de los treinta kilómetros hora. Mientras intentaba no salirme de las líneas, una sensación de terror fue inundando mis pensamientos y fui abandonando la carretera en ocasiones por tener en el retrovisor a la muchacha, que parecía adoptar un aspecto más repelente cada vez.

Tras una eterna media hora de camino, no parecía haber ninguna salida que indicara una zona de servicio.

- Creo que me he pasado la salida. Llevamos demasiado tiempo en marcha como para no encontrar nada.

- No hombre, lo que pasa es que circulamos muy despacio.

Decidí no darle más conversación, ya que cada vez que la oía hablar, el desasosiego me resquebrajaba las entrañas poniéndome cada vez más tenso. Empecé a preguntarme por qué demonios me estaba pasando aquello. ¿Y si se trataba de una psicótica que solo tenía la intención de rebanarme el cuello? ¿Por qué demonios se había sentado en la parte trasera, si no? Eso solo lo hace la gente pudorosa o demasiado orgullosa que no desea tener contacto con otra.

Mientras mis pensamientos me hacían acelerar inconscientemente, las líneas de la interminable autopista crearon un desvío hacia la derecha.

1 comentario:

  1. Saludos, Xavi. Hay dos frases que me han llamado mucho la atención mientras me leía éste tu texto: “Una espesa niebla se fue adueñando de la autopista” (en la primera parte) y “Esas palabras parecieron ser sordas a mi credibilidad” (en la segunda parte). Pienso en ellas y no las comprendo, no sé qué significan. Son metáforas complicadas, que surgen de tu intención de resaltar la atmósfera tétrica y surrealista del relato, y a fe mía son innecesarias. Me ha gustado este blog porque, aparte de mi reencuentro cibernético con Arnau, he podido comprobar tu innegable talento literario. Sin duda alguna, tienes algo que decir, aunque creo que te puede el miedo. Tus fugas de prosa lírica, salpicada de descripciones que pretenden ser muy intensas y melodramáticas, empañan tu relato, y son la prueba evidente de que te cuesta soltarte. Tienes un cuentito, el del muñeco de nieve, que me suena a más verosímil, más intenso y más lírico que ésta LA AUTOPISTA. Lo que haces aquí es intentar apropiarte de un modelo de narración “de género”, en este caso el suspense, o el misterio fantástico, o el terror, o el melodrama críptico: un Stephen King que se encuentra con Haruki Murakami y se va de paseo con Cormac McCarthy. El problema es que a veces te limitas a reproducir los clichés del género, y engendras frases como “La fúnebre imagen terminó con todo sueño que pudiera tener” para enfatizar lo ominoso de la situación.
    La emoción, el suspense, e incluso el tono y la atmósfera no lo marca la descripción, o la acumulación de frases tajantes, sino los personajes, y aquí están muy bien. Intentas emular el diálogo coloquial (“Parece que la niebla s…”). Me gusta además que tus personajes no hablen mucho y de que no abuses de las atribuciones de diálogo (dijo, exclamó, etc.).
    Tienes un control de atmósfera muy interesante y declaras una evidente simpatía por una determinada estética elegante, sutilmente existencialista, que me gusta mucho. Tu punto fuerte es la coherencia temática, aunque hay algunas muestras de barroquismo que no me cuadran. Creo que deberías ser más simple, más tajante: el final de la primera parte, con ese “sonrió” solitario me ha gustado mucho, por ejemplo. Nada de “interminable autopista”, “inquietante mirada”. Me ha gustado tu comienzo “in media res” y el hecho de que apenas sepamos nada de nuestro protagonista. Esto está muy bien, cojones, así que prodígate más y ponme cachondo.

    ResponderEliminar