miércoles, 9 de febrero de 2011

Laberinto (1)

Son días cómo hoy en los que uno se levanta sabiendo que su vida dará un giro. Lo malo es que nunca sabes si será un buen giro o una mala vuelta. Si, la vida tiene estas cosas.

¿Te preguntas si mi vida dio un toque positivo o negativo? Bueno, que tal si cuento mi historia y ,luego, tú decides si me valió la pena levantarme o si hubiera sido mejor que me quedara tumbado todo el día? La cosa empieza más o menos así, creo recordar …

“TRIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII” “Crash!”

“Asco de despertador…”. En aquel momento el sopor me nubló la mente, luego recordé que yo no tenía despertador, para despertarme programaba la alarma del móvil como otros tantos estudiantes, pegué un brinco al darme cuenta de que lo había estrellado contra la pared del otro lado de la habitación.

En el proceso de salir de la cama y comprobar en qué estado estaba el aparato apoyé el pie mal, trastabillé y me pegué con los juanetes del pie derecho en el radiador. Varios minutos de saltar a la pata coja y atormentados bufidos y berridos soeces después, me llevaron finalmente a comprobar que mi móvil estaba en perfecto estado (o casi) “bendito Nokia”, pensé no por primera vez.

Ya que me había levantado con tanto dinamismo consideré que quizás debiera aprovechar para prepararme para el viaje; Comprobé la maleta, me duché, volví a comprobar la maleta, dejé comida y bebida al hámster para dos meses, pese a que sólo me iba tres días, comprobé los enchufes de la casa y que todo estuviera apagado, a fin de no encontrarme la casa incendiada y hecha carbonilla para mi vuelta, si, volví a comprobar mi maleta, me senté en la cama, puse el dedo en la jaula del Hámster por esa extraña tontería que me coge a veces por ver sus reacciones, me mordió, lo insulté, recordé porqué lo apode “Judas”, sonreí, me pregunte si era bipolar y, al no encontrar una respuesta satisfactoria, volvía a insultar al hámster que me ignoró y empezó a correr en su rueda de plástico. Miré el reloj, eran las seis y media, me pasaban a buscar a las ocho, el avión salía a las once. Como diría la célebre página web: “Asco de Vida!”.

Las horas pasaron, mis compañeros de piso llegaron al piso justo cuando yo salía, borrachos como estaban de la noche/madrugada de fiesta universitaria me preguntaron a dónde iba a aquellas horas. Les conteste que me iba de viaje durante el fin de semana, a lo que declararon que yo iba más borracho que ellos.

Los acompañe a sus cuartos y los acosté, no encontraban las puertas de las habitaciones sin mi asistencia mucho menos la cama.

Salí del piso y, silbando con algo de nerviosismo, bajé las tres plantas de mi bloque hacia la calle. Las volvía a subir, recordé que había de llevar el neceser transparente con las botellas de champú de la medida que estipulaba Ryanair, me lo había dejado en el cuarto de baño al ducharme.

Solucionado el problema salí de nuevo a la calle y esperé, maleta en mano, a que vinieran a recogerme en el cruce acordado, aún faltaba una hora. “Bueno Ferran… ya no hay vuelta atrás… te vas a Londres”.

(CoNTinUaRá)

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